MEDIO SIGLO DEL SÍNDROME DE ESTOCOLMO: ASÍ FUE LA TOMA DE REHENES MÁS ESPECTACULAR DEL SIGLO XX

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«¡Todo el mundo al suelo, que empiece la fiesta!» Con estas palabras, Jan-Erik Olsson, metralleta en mano y bajo los efectos de estupefacientes, irrumpió en un banco del centro de Estocolmo el 23 de agosto de 1973, hace exactamente 50 años.

«Janne» Olsson había entrado en uno de los bancos más grandes de la capital sueca, el Kreditbank, en una concurrida plaza llamada Norrmalmstorg, con un abrigo doblado que ocultaba una metralleta y una valija con municiones, explosivos y cuerdas.

El atacante era un convicto fugitivo de 32 años del sur de Suecia. Utilizaba una peluca tupida y anteojos comprados en una tienda de disfraces. Tenía las mejillas coloradas y el bigote y las cejas teñidos de negro azabache.

Olsson le dijo a uno de los cajeros que atara a tres de sus colegas: Kristin Ehnmark (22 años), Birgitta Lundblad (32) y Elisabeth Oldgren (25). Más tarde, el cajero y todos los demás pudieron irse, aunque otro empleado, Sven Safstrom (25), fue encontrado escondido en un almacén.

Las alarmas silenciosas del banco avisaron a la policía de Estocolmo, que llegó rápidamente y escuchó a un calmado Olsson decirles sus demandas. Un numeroso grupo de policías se desplegó en la zona, con francotiradores apuntando al banco.

«De repente, oí disparos y me tiré al piso. El asaltante se metió tras el escritorio y apuntándonos nos ordenó a mí y dos colegas que nos levantáramos», dijo Kristin Enmark a la BBC en 2021.

«Con frecuencia pensé en esa situación absurda en la que nos encontramos», rememoró Kristin, que en aquel entonces tenía 22 años. «Estábamos aterrorizados y atrapados entre dos amenazas de muerte: de un lado la policía y del otro, el secuestrador», recordó.

El secuestrador quería que le llevaran a su amigo Clark Olofsson, que cumplía una condena de seis años por robo a mano armada en la prisión de Kalmar pero que, en realidad, decía que recordaba vagamente a Olsson.

Olsson también pidió 3 millones de coronas suecas en efectivo (equivalentes a más de 4 millones de dólares actuales, la mitad debía ser en moneda extranjera) y un auto para llevarse a cuatro rehenes que les asegurarían de que se cumplieran sus exigencias, aunque sabía que el primer ministro, Olof Palme, no querría arriesgarse a poner en peligro a los cautivos con una peligrosa operación de rescate.

Para aplacar al secuestrador, el gobierno cedió a las dos primeras peticiones, pero le negaron la tercera: permitir que se llevaran a algunos de los rehenes con ellos

Olofsson fue llevado de urgencia a las instalaciones del banco para calmar al ladrón y, en el camino, dejó saber que él era solo «un simple peón en este juego de ajedrez», pero su papel resultará ser más relevante que eso.

Olofsson era descrito como un delincuente «extremadamente peligroso»: a los 26 años ya era uno de los criminales más famosos de Suecia por sus frecuentes robos a bancos, su vínculo con el asesinato de un policía y sus dos exitosos escapes de la cárcel.

«Cuando Clark Olofsson llegó, se hizo cargo de la situación y de las negociaciones con la policía, a su manera», contó un fotógrafo que cubrió la noticia, Bertil Ericsson, actualmente de 73 años. Olofsson «tenía carisma, hablaba bien», agrega.

Olsson se calmó casi instantáneamente cuando llegó su cómplice, y Kristin Enmark vio en este a un salvador, según describe en su libro. Olofsson «me prometió que no me pasaría nada y decidí creerle», relata Enmark.

Olsson trató bien a los cautivos: «Podríamos pensar en él como un Dios de emergencia», dijo Sven Safstrom.

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